No estoy deprimida, estoy hibernando.

Es tan corto el amor y tan largo el invierno… si, ya sé que no es así como apunta el verso de Neruda. Pero el invierno y el olvido son tan parecidos, podrían ser sinónimos, ambos te secan la piel y te roban el entusiasmo. El invierno, como yo lo percibo, es un gran impostor, te hace creer que es una estación maravillosa porque se escuda tras las celebraciones navideñas, cuando la gran mayoría estamos rodeados de seres amados, llenos de abrazos y buenos deseos. Pero después de la deliciosa rosca de reyes, hay que enfrentarse a un enero frío y con la tarea titánica de cambiar de hábitos para que en el nuevo año, “ahora sí” consigamos el cuerpo soñado… o el novio o el trabajo, o lo que sea.

¿Cómo empezar una vida renovada cuando me muero de frío y lo único que quiero es dormir? Esa sensación siempre me hizo sentir culpable, frustrada y triste. Hasta que entendí que las personas también hibernamos. Somos mamíferos, cientos de especies de mamíferos lo hacen, ¿porqué nosotros no? Ok, porque hay que trabajar, porque no sobreviviríamos más de 7 días sin alimento, porque no está socialmente aceptado que holgazaneemos… a pesar de esto, yo renuncié a los propósitos y comencé mi periodo de hibernación cuando llegó el invierno.

Pero hibernar no consiste solo en dormir, es un proceso biológico a través del cual las especies animales enfrentamos situaciones adversas (como los 4° al amanecer, las manos heladas, el moco escurriendo, por ejemplo). Hibernar también consiste en bajar el ritmo, en cambiar el régimen, en permitirte salir de la cama una hora más tarde, en hacer ejercicio solo dos días a la semana en vez de cinco, en no aceptar salir con nadie solo porque dormir es un mejor plan. Hibernar también es subirle a la porción de carbohidratos o reportarte enferma por una ocasión para regalarte ese día. Y no, nada de eso significa que esté deprimida. Sólo soy un mamífero hibernando.

Cada mañana fría de febrero siento que la primavera aún está muy lejana, todavía no es tiempo de guardar los abrigos ni las pijamas de franela. Sin embargo, cuando la neblina se va por unos días y me permite disfrutar del amanecer, con mi taza de café entre las manos agradezco estar viva, porque sé que moriré en un invierno, pero no, no será en este.

Nuevo Casas Grandes, Chih.
Imagen de Bety Serafín

“NADA QUEMA TANTO COMO EL FRÍO”

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